dimecres, 29 d’agost del 2012


No te rindas, aún estás a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo.

Aceptar tus sombras

enterrar tus miedos

liberar el lastre

retomar el vuelo.


No te rindas, que la vida es eso

continuar el viaje

perseguir tus sueños

destrabar el tiempo.

Correr los escombros

destapar el cielo.

No te rindas, por favor,

no cedas aunque el frío queme

aunque el miedo muerda

aunque el sol se esconda

y se calle el viento.

Aún hay fuego en tu alma

hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo el deseo.

Porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el Amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no alivie el tiempo.

Abrir las puertas quitar los cerrojos

abandonar las murallas que te protegieron

vivir la vida y aceptar el reto

recuperar la risa ensayar un canto

bajar la guardia y extender las manos

desplegar las alas e intentar de nuevo.

Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas

aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma,

aún hay vida en tus Sueños.

Porque cada día es comienzo nuevo,

porque esta es la hora y el mejor momento

porque no estás solo, porque yo te quiero.


Mario Benedetti

SOLO POR HOY

Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie, y no pretenderé mejorar o discriminar a nadie, sino a mi mismo.
 
Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.

Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.

Sólo por hoy dedicaré 10 minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como alimento es necesario para la vida del alma.

Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
 
Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
 
Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades, la prisa y la indecisión.
 
Sólo por hoy creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie existiera en el mundo.
 
Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad. Puedo hacer el bien durante doce horas. Lo que descorazonaría sería pensar tener que hacerlo durante toda mi vida.
 
Juan Pablo II

Extractado del libro, "Me hubiera gustado decirte adiós"

Una de las penas más grandes que cubren con su sombra la muerte súbita de un ser querido, es no haberle podido decirle adiós.
Esta privación a la que nos sometió la vida nos desespera y mantiene abierta la herida por largo tiempo. Sentimos que el corazón nos quedó estaqueado y amordazado en tierra de nadie. Hay tantas cosas que hubiésemos querido decir y no pudimos...
Todo aquello que la muerte silenció queda arrumbado en algún rincón de nuestra alma, y en algún momento tendremos que ir en su búsqueda y darle voz nuevamente aunque el destinatario ya no esté.
Decir todo lo que balbucea entre sollozos nuestro corazón hará que la angustia vaya cediendo y nos permitirá ir limpiando la herida, quitándole todo aquello que pueda infectarla para que sane poco a poco.
Una manera de despedirnos es a través de una carta.
En un lugar tranquilo, a solas, dejando que el corazón se exprese, podemos escribir las palabras que silenció el dolor.
Aunque empecemos a hacerlo y las lágrimas no nos permitan ver la hoja con claridad, aunque la tristeza nos invada y pareciera dejarnos sin aire en los pulmones, es liberador sacar hacia afuera todo lo que hubiésemos querido decir y no pudimos.
Aún si lo que sale no es lo que esperábamos, abrir el arcón de las emociones es una manera de transitar el duelo de manera sana.

Victoria Branca