dijous, 27 de gener del 2011


TRATARNOS CON AMOR

A mi me ha costado mucho entender que tengo que cuidarme. Hacer ejercicio y comer sano está bien, por supuesto, pero me refiero a otro tipo de cuidados, como por ejemplo a hablar con sosiego conmigo misma. No es fácil. No sé si por razones culturales, porque soy mujer o porque ya llegué programada así, me es mucho más fácil intuir lo que sienten los demás que pararme a escuchar lo que necesita mi alma. Y me da pena, porque en cada uno de nosotros hay en esencia un niño que a menudo está desatendido y a veces maltratado.¡Qué poco nos respetamos a nosotros mismos! Yo, por ejemplo, a la que no me doy cuenta ya me estoy reprobando y criticando, como si fuera la madrastra mala de los cuentos. En vez de recordar mis aciertos, la especialidad de mi mente es encontrar, con la eficacia del mejor detective, mis desaciertos, por pequeñitos que sean. Para neutralizar esta tendencia, hace tiempo que decidí espiar a mi mente. No la riño ni la juzgo cuando se empecina en ponerse en lo peor, en mostrarme el lado oscuro. No quiero peleas ni disgustos, ella solo hace lo que venía haciendo. Con dulzura y suavidad le muestro parajes más claros, luminosos y bonitos. Me funciona muy bien el truco de mostrarle una foto mía, de pequeñita, con tres o cuatro años. Le es fácil ser amable con esa niña inocente y llena de vida. Entonces le digo que la coja en brazos, que la proteja, que la mime. Y así, despacito, despacito mi corazón se va ensanchando y el alma, agradecida, me regala momentos de calma.

Mercè Castro

divendres, 21 de gener del 2011




LA CULPA NO SIRVE PARA NADA

Cuando murió Ignasi me costó mucho aceptar no haber podido hacer nada para protegerle. Yo, que le adoro, que hubiese dado la vida por él sin dudarlo, no puede evitar su muerte. Eso me desgarraba, era mi gran fracaso, hasta que entendí con el corazón que nada importante, realmente importante está en nuestras manos. De nada me servía volver una y otra vez hasta el día trágico, a la última escena, e imaginar mil y una maneras de salvarlo. La culpa, la que sea, es siempre un callejón sin salida, oscuro, en el que, irremediablemente, nos estrellamos. Como un parásito, se adueña de nuestra mente hasta que enfermamos.

Con la culpa como compañera de viaje es imposible avanzar porque nos remite siempre al pasado. Somos humanos y eso no es un tópico es una realidad. Y los humanos ni tenemos superpoderes ni podemos evitar lo inevitable. Y son muchas las veces que nos equivocamos, dudamos, divagamos, incluso somos capaces de atrincheramos en la culpa sin ser responsables de nada… Los errores, sean ciertos o imaginarios, forman parte de nuestra condición, son inevitables, lo bueno, lo que nos acerca a la luz es reflexionar y perdonarnos tantas veces como sea necesario.

En su libro “Tal vez mañana” Victoria Branca dice que perdonar es el don más perfecto. Podemos darnos y ofrecer ese don de forma infinita. Es un don liberador, es un regalo que nos merecemos todos por el simple hecho de haber nacido.

Yo, que creo que la muerte no existe, que simplemente es un paso a otra realidad, un paso parecido al que damos cuando nacemos, apuesto por ofrecer a mis hijos mi vida, una vida que intento que sea amorosa, alegre, sentida.

http://comoafrontarlamuertedeunhijo.blogspot.com/

dimarts, 11 de gener del 2011


VOLVER A VIVIR


"De la muerte se habla poco y de la muerte de un hijo mucho menos, pero los padres y las madres que hemos pasado por el horror de ver morir a un hijo necesitamos, desesperadamente, expresar nuestros sentimientos. Es, creo, una necesidad vital que nos aleja de la locura y nos ayuda a encontrar, de nuevo, sentido a la vida. Porque, aunque parezca mentira, es posible renacer después de un golpe así." Testimonio valiente y esperanzador, este diario, que Mercè Castro empezó a escribir poco después de la muerte de su hijo, cuando se sumergió en la peor de las pesadillas que podemos imaginar, nos deja compartir el fiero dolor y el consuelo. ¿De dónde nace el consuelo?¿Qué amigos, qué libros, qué pensamientos, qué creencias la han ayudado a ella? Sin ánimo de dar soluciones pero con afán de abrir una ventana de esperanza a aquéllos que hayan sufrido una pérdida, la sinceridad de estas páginas sobrecoge a todos sus lectores.

Mercè Castro (Barcelona, 1957).