
Cuando murió Ignasi me costó mucho aceptar no haber podido hacer nada para protegerle. Yo, que le adoro, que hubiese dado la vida por él sin dudarlo, no puede evitar su muerte. Eso me desgarraba, era mi gran fracaso, hasta que entendí con el corazón que nada importante, realmente importante está en nuestras manos. De nada me servía volver una y otra vez hasta el día trágico, a la última escena, e imaginar mil y una maneras de salvarlo. La culpa, la que sea, es siempre un callejón sin salida, oscuro, en el que, irremediablemente, nos estrellamos. Como un parásito, se adueña de nuestra mente hasta que enfermamos.
Con la culpa como compañera de viaje es imposible avanzar porque nos remite siempre al pasado. Somos humanos y eso no es un tópico es una realidad. Y los humanos ni tenemos superpoderes ni podemos evitar lo inevitable. Y son muchas las veces que nos equivocamos, dudamos, divagamos, incluso somos capaces de atrincheramos en la culpa sin ser responsables de nada… Los errores, sean ciertos o imaginarios, forman parte de nuestra condición, son inevitables, lo bueno, lo que nos acerca a la luz es reflexionar y perdonarnos tantas veces como sea necesario.
En su libro “Tal vez mañana” Victoria Branca dice que perdonar es el don más perfecto. Podemos darnos y ofrecer ese don de forma infinita. Es un don liberador, es un regalo que nos merecemos todos por el simple hecho de haber nacido.
Yo, que creo que la muerte no existe, que simplemente es un paso a otra realidad, un paso parecido al que damos cuando nacemos, apuesto por ofrecer a mis hijos mi vida, una vida que intento que sea amorosa, alegre, sentida.
http://comoafrontarlamuertedeunhijo.blogspot.com/
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada