divendres, 16 de gener del 2009

Padres, hermanos, hijos..., nuestras pérdidas no tienen nombre ni consuelo. Pero resistan. Y aún en esta vida que a veces parece maltratarnos o haberse olvidado de nosotros, aún en esta vida, con el tiempo, podremos volver a sentir un poco de felicidad y algo de ilusión. Atesoren los buenos recuerdos. Y luchen cada día contra los malos, para que no se nos aparezcan de noche y no nos dejen dormir. Porque nuestros seres que abandonaron esta vida terrenal, descansan. Y eso necesitamos nosotros ahora también. Descansar. Reponernos. Enfrentarlo. Sanarnos. Luchar. No se queden solos. Pidan ayuda si sienten que la necesitan. Busquen amigos que puedan entenderlos, o que aún sin haberlo vivido, los quieran y les demuestren el amor que sienten por ustedes. No se suelten de las manos de nadie. Hablen. Busquen palabras para el dolor. No callen. No caigan, o permítanse caer, pero oblíguense a levantarse. La memoria de nuestros hijos o nuestros hermanos lo merece. Y nosotros también. Porque ya no podemos sufrir más. Ya enterraron su cuerpo. Ahora entierren el dolor que aprisiona y detiene, y aférrense a los buenos recuerdos, a los momentos compartidos, a las ilusiones guardadas, que no se van. A su alma pura que nos cuida y nos protege. Vivan en su honor. No hay mejor homenaje. No hay mejor amor.

Florencia Pietrangelo