
Lo he escrito hoy que la hemos enterrado.
¿Qué decir de Maricarmen?
Que era de sonrisa fácil.
Que tuvo mala suerte porque estuvo a una hora en un lugar que no debía. Porque un coche que venía de frente se le echó encima.
Estuvo en el camino equivocado pudiendo haber estado en otro.
La vida nos conduce por caminos que no sabemos dónde nos van llevar. Unas vez decidimos tomarnos nosotros, otras las compañías nos inducen a tomarlos; otras decide el destino.
En este último tramo del camino de su vida todo iba bien.
Todos estábamos muy contentos porque era feliz.
Ella también lo era y eso lo transmitía en cada paso que daba. No hacía más que ganar amigos que se convertían en incondicionales al conocer sus valores
humanos.
De ella aprendí.
Se enfadaba cuando la hacía creer que opinaba que había gente diferente en función de su idioma, religión o raza. Los defendía con una fuerza que sólo las personas que saben entregarse a los demás tienen.
Para ella todos éramos iguales.
Me enseñó que los maltratados y los marginados necesitan todo el apoyo de esa sociedad que en muchas ocasiones los condena a serlo. Que los disminuidos fueron su debilidad.
Hay que ser muy fuerte y tener unos valores humanos muy altos para volcarse como ella lo hacía con los disminuidos. ¡Cómo la querían a pesar de que su cerebro tuviese limitaciones ¡
Si ella hubiese podido, habría continuado ayudándoles, sin cobrar; pagando si hubiese sido preciso.
Ella hablaba bien a todos de todos. Cuando la vida le daba algún revés corría a refugiarse bajo las alas de su madre como un pajarito indefenso. Casi nunca se recibe lo que da.
Por eso en los disminuidos cerebrales encontró una gran satisfacción interior. Le había prometido a uno de ellos que un día le iba a lleva a comer una paella que haría su padre, porque le hablaba de mi al igual que de toda su familia. “bigotudo número cinco” me llamaba esa persona para referirse a mí.
Tenía veinticinco años y trabajaba provisionalmente en el Hospital General porque la habíamos convencido de que era lo más conveniente para los planes que juntos habíamos trazado.
Primero acabar la carrera de servicio social, ya que ese título le facilitaría ocupar una mejor posición para llevar a cabo su deseo. El ayudar a los demás.
Pero no ha podido ser.
Hoy la he visto su cara por última vez. No quería. Pero al final me he atrevido. Todo eran ojos, aunque cerrados.
Cuando era feliz y te miraba, toda su cara se llenaba de esos ojos tan grandes que tenía y de esa sonrisa tan encantadora.
¡Cómo nos ha roto el corazón con su muerte!
¡Cuánto duele esa pérdida!
Nadie lo puede imaginar hasta que lo ha sufrido.
Se dice que las personas somos capaces de soportar más de lo que pensamos, pero esto es diferente. Aquí no ha habido tiempo para asumir que algo podría llegar a ocurrir, como en una enfermedad. Esto ha ocurrido a mucha velocidad como la del coche que se le echó encima; sin avisar.
Te deseo que las personas que te precedieron, en especial tu abuela Lourdes, salgan a tu encuentro, que donde dejemos tus cenizas el viento esté siempre detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre el campo te que rodea, y el sol cuando salga, te acaricie como lo hacíamos cuando eras pequeña.
Y hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios la sostenga en su mano, para que desde allí, le pida que nos ayude a seguir el camino de esa sencilla ejemplaridad, que ella nos ha dejado a todos los que hemos tenido el privilegio de quererla.
Martín Pascual
18/06/08
2 comentaris:
Hola he ojeado un poco el blog, conocí no mucho a MªCarmen, pero leyendo todo lo que habeis ido escribiendo sobre ella, creo que desde allí donde esté, porque os quiere felices, seguro os repite algo así:
"No dejes que mis recuerdos nublen tus alegrías, pero no permitas que tus alegrías borren mis recuerdos"
no em canse de llegir-ho, i de plorar cada vegada que ho llig. És molt bonic.
Publica un comentari a l'entrada